¿Qué diríais de un libro en cuya página 141 aparece lo siguiente?
En materia de lectura, nosotros, "lectores", nos permitimos todos los derechos, comenzando por aquellos que negamos a los jóvenes a los que pretendemos iniciar en la lectura.
1) El derecho a no leer
2) El derecho a saltarnos las páginas
3) El derecho a no terminar un libro
4) El derecho a releer
5) El derecho a leer cualquier cosa
6) El derecho al bovarismo
7) El derecho a leer en cualquier sitio
8) El derecho a hojear
9) El derecho a leer en voz alta
10) El derecho a callarnos
Yo opino que este libro de Daniel Pennac "Como una novela", traducido del francés por Joaquín Jordá y publicado en Barcelona por Anagrama (1ª Ed. 1993-10ª Ed. 2005), es estupendo, se lee con facilidad y maravilla su realismo y sentido común.
El autor, profesor de literatura en un instituto y novelista, dice de su obra "En realidad, no es un libro de reflexión sobre la lectura sino una tentativa de reconciliación con el libro".
Se lo recomiendo a los que ya son lectores y a los que tienen como objetivo "hacer lectores", en cualquier caso, sí es una original reflexión sobre la lectura, aun contradiciendo al autor, y resulta esclarecedor.
"Como una novela" es suceptible de releerse, cosa que yo hago de forma fragmentada de vez en cuando y que no soporta cualquier obra. Hay que decir que Pennac es un autor muy especial.
Magnífica entrada, me han entrado ganas de leerme el libro, gracias.
ResponderEliminarSe me ocurre otro derecho:
11) El derecho a leer despacio. Porque la lentitud también puede ser una virtud, cuando no sea un disfraz de la procastinación (qué palabrota para decir que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy). Leyendo esta entrada del blog me he acordado de un libro de Joan Domènech (“Elogi de l'educació lenta”) que sigue la corriente “slow”. Y me ha impulsado a releerlo a saltos, y en este libro he encontrado una perla que me gustaría compartir:
Si la naturaleza ha predispuesto que la longitud de la infancia humana sea la más larga (infinita según Tolstoi) es porque sabe cuántos vados tiene que atravesar, cuántos senderos debe recorrer, cuántos errores pueden ser corregidos, tanto por los niños como por adultos, y cuántos prejuicios es necesario superar ( Loris Malaguzzi, La educación infantil en Reggio Emilia).