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viernes, 9 de enero de 2015

El orgullo de ser francés

Del Premio Andersen de ilustración 1998, el gran Tomi Ungerer.

Nadie permanece quieto ni callado en Francia. El país que más admiro. En el que viví muchos años, donde voy siempre que puedo y en el que me encantaría volverme a instalar, la verdad.
Siento una profunda admiración y respeto porque saben quiénes son. Tienen problemas, pero se unen para solucionarlos. 
La TV5 France, a la que me he pasado la tarde pegada, ha demostrado el altísimo nivel intelectual de sus periodistas y políticos. 
Su sistema educativo, aun teniendo problemas como todo el mundo, sigue formando élites para gobernar y para desarrollar al máximo el intelecto en todas las facetas de la creatividad, cuestión que repercute ampliamente en los que no tienen ese altísimo nivel, pero cuyo discurso pueden seguir, discurso inteligente que consigue que el pueblo también sea capaz de pensar. 
El sistema francés mantiene a gente de todas las edades en sus puestos de trabajo, valorando la experiencia y la competencia profesional. No puedo hacer sino admirarlos y lamentar que aquí  sea  todo lo contrario.
Su pasión por la LIBERTAD absoluta, del individuo y de la nación, es un gran valor que viven y que manifiestan no estar dispuestos a perder.
Un gran pueblo, el francés, unido, sin complejos ni ambigüedades.
¡Qué envidia!
Siento profundamente lo que les ha sucedido y admiro su capacidad para afrontarlo.
No sé si hemos aprendido algo en estas 48h, porque el gran defecto de España es creer que lo sabe todo y que todo lo hace bien. Es la actitud del niño que todo lo justifica, que no asume su situación, ni sus responsabilidades.
En fin, está claro que tenemos serias dificultades para progresar.
Suerte que tienen los franceses, porque su Estado los defiende sin titubeos ni fisuras ante la barbarie del terrorismo.

Han mostrado una vez más el orgullo de ser francés.


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