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August Eiebakke: Domingo en el campo (1889)
Este pintor noruego utilizaba como modelos a miembros de su familia. Este cuadro tardó en pintarlo todo un verano, protestando porque su madre y su hermana tenían poco tiempo para posar.
Vivían en una granja, así que debían interrumpir sus tareas e incluso cambiarse de ropa para crear esta tranquila atmósfera.
La luz que entra por las ventanas ilumina el rostro de la madre, en actitud totalmente pasiva y siluetea a la hermana, que lee con luz natural.
El negro de los trajes dominicales contrasta con los colores cálidos y dorados de los objetos.
Las flores de la ventana izquierda, las que hay en el jarrón de cristal de la mesa y la planta de la ventana del fondo, ponen un toque de vida en la habitación, donde reina el silencio y la reflexión.
Las ventanas están cerradas, sin embargo los visillos parece que se mueven.
La joven lee y la madre está tan enfrascada como la hija, seguramente en la lectura de su propia vida.