Agradezco enormemente a todos los entusiastas participantes del blog sus aportaciones. A algunos comentarios me hubiera gugstado contestar, pero por no sé qué misterio informático, en este momento me resulta imposible hacerlo, así que lo hago así, en general, con el inicio de uno de los mejores clásicos de todos los tiempos.
Lewis Carroll: Alicia en el País de las Maravillas, Ilus. de John Tenniel, Trad. y prólogo de Jaime Ojeda, Madrid:
Alianza editorial, 7ª reimpresión, 2001
I-Por la madriguera del conejoAlicia estaba empezando ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río sin hacer nada: se había asomado una o dos veces al libro que estaba leyendo su hermana, pero no tenía ni dibujos ni diálogos, y ¿de qué sirve un libro si no tiene dibujos o diálogos? se preguntaba Alicia.
Así pues, se puso a considerar (con algún trabajo, pues con el calor que hacía aquel día se sentía adormilada y torpe) si el placer de tejer una cadena de margaritas le valía la pena de levantarse para ir a recogerlas cuando de golpe saltó corriendo cerca de ella un conejo blanco de ojos rosados.
La cosa no tenía nada de
muy especial; pero tampoco le pareció a Alicia que tuviera nada de
muy extraño que el conejo se dijera en voz alta: "¡Ay! ¡Ay! ¡Dios mío! ¡Qué tarde voy a llegar! (cuando lo pensó más tarde, decidió que, ciertamente, le debía de haber llamado mucho la atención, mas en aquel momento todo le pareció de lo más natural); pero cuando vio que el conejo se sacaba además,
un reloj del bolsillo del chaleco, miraba la hora y luego se echaba a correr muy apresurado, Alicia se puso en pie de un brinco al darse cuenta repentinamente de que nunca había visto un conejo con chaleco y aún menos con un reloj de bolsillo.