De nada me sevirá ignorar la hora que es,
no tener noción de la lucha cruel,
de la aurora que me está naciendo entre mi sangre.
Acabaré pronunciando unas palabras relucientes.
Acabaré destellando entre los dientes tu muerte prometida,
tu marmórea memoria, tu torso derribado,
mientras me elevo con mi sueño hasta el amanecer radiante,
hasta la certidumbre germinante
que me cosquillea en los ojos,
entre los párpados,
prometiéndoos a todos un mundo iluminado
en cuanto yo me despierte.
(Vicente Aleixandre: Pasión de la tierra: El silencio)
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